Llegó con el bigote recortado
y un disfraz imposible
de personaje honesto.
Invitado por nadie
insiste en presentarse
allí donde haya fiestas,
verbenas populares
o bailes de salón.
Afirma que no bebe
pero siempre lo vemos
con la botella encima,
mostrándonos su imagen campechana
o el fervor religioso de un devoto romero.
Viste correctamente
y hace tiempo que ocupa
un puesto destacado
en la Organización.
Presiento en su mirada
que pretende engañarnos:
es un vulgar ventrílocuo
que no mueve los labios
cuando promete cosas,
y temo que algún día
desenvaine su espada
de terrible pirata,
y eructe ante nosotros apestando
a triste ron barato,
a carnaza podrida,
a pólvora y cañón.