Pudieran ser hermanos,
amigos de la infancia,
compañeros de celda
o músicos de orquesta
de salón -pantalones
rojos, camisa blanca,
la sonrisa cansada y satisfecha.
“Son como niños, míralos,
felices camaradas de la complicidad
a punto de entregarse
a otra lectura juntos.”
Quien así los recuerda
no es la madre,
ni la amante
o la esposa
o la novieta
sino la soledad de una lectora
que aprieta entre sus pechos
-mientras hace un pastel de aniversario-
un libro donde sale
la foto de los dos.
No quisiera venderlo
-siente que se desprende
de parte de ella misma-,
pero es una primera
edición, dedicada,
con manuscrito inédito
escrito al alimón.
Espera conseguir
al menos veinte euros,
justo para el tabaco
y el postre de los niños,
y piensa que la crisis
acabará con todos,
recuerdos incluidos,
cuando dice la tele que en Bruselas
interviene el Estado para que no caiga Fortis,
y un ataque de risa la sorprende
y estrella sobre el libro
los huevos del pastel.
Pudieran ser hermanos,
amigos de la infancia,
compañeros de celda
o músicos de orquesta
de salón -pantalones
rojos, camisa blanca,
la sonrisa cansada y satisfecha.