Vecindario y vecindad II

Comenzamos a subir por Calderería Vieja, y al llegar al cruce con Calderería Nueva le dije que siguiéramos recto para continuar por Zenete, una calle que al final nos dejaba a la mitad de la cuesta donde está mi casa, pero prefirió seguir subiendo por San Gregorio porque quería pasar por la placeta de los Carvajales, donde por lo visto se enrolló por primera vez con una guiri con la que estuvo unos meses enganchado durante su etapa universitaria. Yo miraba de vez en cuando a mi amigo sin que él se diera cuenta y lo veía realmente entusiasmado, como rememorando quién sabe qué momento o percibiendo cualquier ensoñación. Pero el Albaicín es lo que tiene, y a las primeras de cambio, justo al comienzo de la cuesta de San Gregorio, primer encuentro/parada. Fue en la terraza del bar 22 y, casualmente, la coincidencia no vino de parte mía, sino por un compañero de facultad de mi amigo que estaba sentado allí tomando unas cañas. Miré el móvil y vi que eran las doce y cinco. “¡Cinco minutos y nos vamos!”, exclamó mi amigo, quien no quiso tomarse nada. Yo, en cambio, me bebí dos quintos, el primero de un trago. Mi amigo el responsable, el que controla tan bien los tiempos, se levantó y se despidió del colega a las doce y doce. Cuando llegamos a Carvajales eran ya las y cuarto.

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