Coincidiendo con los bocinazos que celebraban la permanencia del Granada C.F. en la división de honor, una decenas de escritores y poetas nos reunimos a las 20.00 h. del domingo 18 en la plaza frente al Palacio de Bibataubín, debajo de la estatua homenaje a José Antonio Primo de Rivera. Yo leí el texto que dejo a continuación y un poema de Rafael Alberti.
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Como casi todos sabréis, ese edificio -el Palacio de Bibataubín- albergó durante muchos años algunas dependencias de la Diputación Provincial de Granada, entre ellas el Patronato Federico García Lorca, por entonces dirigido por Juan de Loxa, quien llegó a tener su despacho en una de las habitaciones que daban a esta plaza. A través de las ventanas enrejadas de la sede del Patronato, se veía la estatua homenaje-infamia a quien fuera fundador y líder del partido encargado de asesinar a Federico García Lorca, paradójicamente amigo de falangistas y que además coincidiría en el ambiente literario e intelectual del Madrid de los primeros años de la II República con el mismo José Antonio Primo de Rivera, quien por cierto se entera del asesinato del poeta estando ya encarcelado en los días en que se celebraba su propio juicio.
La mayoría de las veces la realidad es más confusa y compleja que la literatura. Le contaba Gabriel Celaya en una entrevista al hispanista Ian Gibson, que en las tertulias del local La Ballena Alegre de Madrid había un ambiente de camadería intelectual y personal que muchas noches compartieron García Lorca y Primo de Rivera. Estas son algunas de sus palabras:
Nosotros teníamos una tertulia donde íbamos a tomar café todos los días, era un sitio que se llamaba La Ballena Alegre, en los bajos del Lyon. A esta tertulia íbamos, pues, estudiantes de la Residencia de Estudiantes, que muchos eran actores de La Barraca, del teatro de Federico, iban el mismo Federico, Eduardo Ugarte, que era el otro codirector, con Federico, de La Barraca, muchos residentes y muchos amigos. Y allí nos reuníamos todos los días en el mismo sitio…Nosotros estábamos allí en una mesa. Y en la mesa de enfrente había otra tertulia, que era todos los fundadores de la Falange: José Antonio Primo de Rivera, Jesús Rubio (que después fue ministro), José María Alfaro…Nos conocíamos todos y nos insultábamos, pero era todo como un juego porque nos decíamos: «¡Cabrones! ¡Fascistas! ¡Rojos!». Esto sería el año 1934. No había hostilidad.
Pero la hostilidad sí existía, tal vez no en el distendido ambiente de las mesas de un café, aunque seguro en despachos y cuarteles, y en el afianzamiento invisible de una serie de personas al frente de la cruzada contras las hordas comunistas. Entre ellas, quien después se autoproclamara Caudillo de España por la Gracia de Dios. Esos son los tipos de personajes a quiénes hay que mantener vigilado, sin minusvalorar ninguno de sus actos, pensamientos u opiniones porque son después éstos quienes se manifiestan como los más radicales, temibles y sanguinarios representantes de la extrema derecha más reaccionaria del país. Como le oí decir a Chechu Monzón, España es hoy una de las pocas democracias del mundo donde no existe un partido de extrema derecha, y el PP quiere hacernos pensar que todos sus votantes son de centro-derecha. Y entre todos los personajes que pululan en torno al tanque de ideas de esta formación política, hay uno en especial que nos persigue desde hace ya décadas, al frente, en la sombra, lanzando proclamas, en silencio, intentando siempre mantenerse impoluto, intentando evitar incluso hasta las salpicaduras de algunos escándalos que él mismo provocara o ideara.
Desconfío de quienes se mueven entre las sombras, esos tristes cobardes de las sombras tristes como los llama Rafael Alberti en el poema que voy a leer, titulado A Pablo Neruda, con Chile en el corazón, escrito poco después del fallecimiento del poeta chileno y de que la policía de Pinochet saqueara su casa de Isla Negra y quemara sus libros.
No dormiréis, malditos de la espada,
cuervos nocturnos de sangrientas uñas,
tristes cobardes de las sombras tristes,
violadores de muertos.
No dormiréis.
Su noble canto, su pasión abierta,
su estatura más alta que las cumbres,
con el cántico libre de su pueblo
os ahogarán un día.
No dormiréis.
Venid a ver su casa asesinada,
la miseria fecal de vuestro odio,
su inmenso corazón pisoteado,
su pura mano herida.
No dormiréis.
No dormiréis porque ninguno duerme.
No dormiréis porque su luz os ciega.
No dormiréis porque la muerte es sólo
vuestra victoria.
No dormiréis jamás porque estáis muertos.
Fustigada Luz, 1978
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