Con motivo de las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid del 4 de mayo de 2021, la Cadena Ser celebró el 23 de abril, coincidiendo con el Día del Libro, un debate para que las diferentes candidaturas presentaran sus propuestas de gobierno. Lo primero que podemos destacar es que la candidata del Partido Popular -y presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, rehusó participar en ningún otro debate que el organizado por Telemadrid, la cadena autonómica controlada por su gobierno. Ayuso no puede participar en ningún otro debate porque su nivel intelectual -y su soberbia- le impediría responder con rigor a las preguntas de sus rivales políticos sin tener por delante las notas de Miguel Ángel Rodríguez. Nada más comenzar, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, le pidió a la candidata por VOX, Rocío Monasterio, que se retractase de unas declaraciones que ella había hecho esa misma mañana en RNE, en las cuales negaba que fueran ciertas las amenazas de muerte que habían recibido Pablo Iglesia y su familia, el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez. Al no retirar sus declaraciones y enfrentarse a Pablo Iglesia -a quien incitó a gritos a que abandonara el debate- con una violencia verbal desmesurada, el candidato de Podemos se fue finalmente de la sala pese a los intentos de Àngels Barceló, la periodista moderadora, para que se quedase. Más adelante lo harían Ángel Gabilondo, candidato del PSOE, y Mónica García, la candidata por Más Madrid. Monasterio y su partido están basando esta campaña en comportamientos y consignas que apelan más a los sentimientos que a la razón política: el discurso del odio, la invocación al miedo, la polarización de la sociedad, la propaganda basada en las noticias falsas -como en el programa de Ana Rosa-, los ataques personales, los gritos, los insultos, la violencia. Al igual que Ayuso, Rocío Monasterio también clama por la libertad, más concretamente por la libertad que le permitía a su familia terrateniente explotar a los trabajadores cubanos que trabajaban en la caña de azúcar, antes de que fueran expulsados de la isla tras el triunfo de la revolución castrista.
La extrema derecha -los fascistas españoles, es decir, VOX y una parte importante del PP- no dejan de llenarse la boca atacando a la figura de quien fuera vicepresidente del gobierno de España con insultos, falsas verdades, bulos y tildándolo de comunista. Pero Podemos, hoy por hoy, no es un partido radical comunista porque viene ejerciendo un comunismo bastante edulcorado, un comunismo «light» para lo que se está moviendo fuera de los medios de comunicación tradicionales. Una extrema izquierda, digamos, más auténtica la podemos encontrar, por ejemplo, en agrupaciones como el Frente Obrero o el Partido Marxista-Leninista (Recuperación Comunista). Esos sí son comunistas revolucionarios, sí lo tienen claro, saben bien lo que se hacen y están preparados para enfrentar cualquier acontecimiento que pudiera acontecer. Ademas, están creciendo exponencialmente en su número de seguidores y afiliados. Hacen marketing agresivo, están en todas las plataformas con directos constantes, se financian con los beneficios obtenidos en esas redes, tienen campamentos de formación en verano… Su líder, Roberto Vaquero, fue alumno de Pablo Iglesias, aunque ahora despotrique de él con declaraciones como “Yo soy obrero de verdad. Y Pablo Iglesias, un vendido”. En su día pasó mes y poco en la cárcel -tras pagar la fianza- por luchar contra el ISIS en Rojava. El ataque más habitual que suelen hacerle es acusarle de tener un comportamiento mesiánico y de estar montado una especie de secta.
En los medios y en las redes se ha abierto el debate sobre la posible ilegalización de VOX, pero para mí eso sería un error. Se victimizarían y tomarían una postura mucho más violenta que podrían trasladar a las calles. Allí confrontarían con Frente Obrero y otras formaciones radicales de izquierda. Y si hubiese un muerto por cualquiera de los lados la situación sería crítica. Al fascismo hay que combatirlo echándolo de las instituciones con el voto para salvar la democracia. Y hay que avanzar hacia una democracia auténtica, lo que se podría alcanzar con una república fuerte. Pero, ¿y qué pasa con el rey?. Felipe de Borbón, como muestran las alegóricas fotos de los actos en el Instituto Cervantes de Alcalá de Henares para celebrar el Día del Libro, está cada vez más fuera de juego. Hasta hay quien le echa en cara haber rubricado -aunque solo sea un simple trámite formal- una Ley Orgánica impulsada por el gobierno en donde se hace una crítica política al PP. En las imágenes de los actos comnmemorativos del Día del Libro se ve al director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero -abiertamente republicano- entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, cuyas posiciones son tan radicales como las de VOX y que se enorgullece de ser fascista, y el rey: la república entre la monarquía y el fascismo, y Felipe VI cada vez más fuera de la foto. El peligro radica en que VOX consiga su objetivo de “sorpasar” en algún momento al PP, y que ante una situación de inestabilidad extrema se le vuelva a plantear a la monarquía española la propuesta de otra “dictablanda”, como ya le ocurrió a su bisabuelo Alfonso XIII. Igual por eso la Casa Real no ha condenado las amenazas a los políticos, quizás por temor de que si los malos llegan algún día al poder -de la forma que sea- lo vayan a tener en cuenta. Así la situación el PP más radical, que es el representado por Ayuso, se arranca el dardo que le lanza Iglesias en el debate de la SER de estar blanqueando a la ultraderecha acusando al líder de Podemos de hacer lo mismo con el terrorismo, de cerrar pactos con el “entorno político de ETA”.
Para rizar el rizo, VOX se presenta a última hora del día 23 como acusación particular para denunciar las amenazas contra Marlaska, Iglesias y Gámez. Lo hacen sin duda con dos intenciones. La primera, poder acceder a toda la información procesal como parte denunciante; y la segunda, preparar una retahíla de bulos que digan que los anónimos recibidos podrían venir de la propia izquierda con el objetivo de conseguir un vuelco electoral, o algo así. Es decir, la estrategia que ya vimos con lo de la guerra de Irak y los atentados del 11M, cuando VOX aún estaba dentro del PP. Y si en las elecciones del 4M las izquierdas sacan mayoría suficiente como para formar gobierno, PP y VOX ya se encargarán de sembrar la sospecha de fraude electoral. Al más puro estilo de Donald Trump. Y lo terrible es también comprobar cómo esta estrategia de la crispación y el enfrentamiento a quien más beneficia es precisamente a VOX, que al día siguiente del debate de la SER abarrotó un mitin celebrado en San Sebatián de los Reyes, con seguidores dentro y fuera de la plaza de toros donde tuvo lugar el acto.
Quizás sea el momento de observar y analizar las estrategias que otros países están llevando a cabo para frenar el avance del fascismo, sin tener que formar ningún «cordón sanitario» que antes o después podría desembocar en un voto masivo hacia la extrema derecha. En Alemania, por ejemplo, el freno a la ultra derecha viene por unas leyes muy estrictas y restrictivas que condenan cualquier exaltación del nazismo. Además, desde 1950 existe una institución llamada Der Verfassungsschutz, una agencia dedicada a la protección de la constitución asegurando la salvaguarda del orden básico democrático libre en el gobierno federal y en los 16 estados. Las actividades de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución se concentran en nueve áreas temáticas, entre otras, extremismo de derecha, islamismo y terrorismo islamista, extremismo de izquierda, extremismo extranjero o la defensa cibernética. También han desarrollado una alta conciencia anti machista y han potenciado las políticas ecológicas hasta el punto de que Los Verdes van a disputarle la cancillería al partido de Merkel en las elecciones de septiembre.
En Francia hay elecciones presidenciales dentro de un año, y Marine Le Pen está recortándole terreno a Emmanuel Macron a una velocidad vertiginosa. Entre el conjunto de los votantes, obtendría el apoyo del 27%, frente al 24% que cosecharía Macron. Y el mayor caladero de votos se está dando entre los jóvenes y los mayores de 65 años, justo quienes tradicionalmente se oponían a ella. Esto demostraría que la exclusión de Reagrupación Nacional de los medios tradicionales y las instituciones no es una medida eficaz para evitar la subida del fascismo. El problema es que la sociedad francesa no piensa ir a votar de forma mayoritaria en las próximas presidenciales porque los franceses ven la política como uno de los problemas del país. Y lo mismo está pasando en España donde en cuarto y quinto lugar de las preocupaciones aparecen «los problemas políticos en general» y el «mal comportamiento de los políticos». No podemos permitirnos, si no queremos repetir la historia, que la política pase a ser un problema para las sociedades y no una solución. No, no hay que ilegalizar a VOX: la derrota del fascismo está en las urnas.
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