Una de las composiciones poéticas que presenta un mayor punto de dificultad en la lírica en español es la sextina provenzal, inventada por Arnaut Daniel a finales del siglo XII y que se convirtió en sinónimo del ingenio literario en el arte trovadoresco. Se llaman sextinas porque cada una de las seis estancias o estrofas de ellas se componen de seis versos endecasílabos y tres versos finales denominados contera. No existe correspondencia en las rimas (ABCDEF), pero el final de cada estrofa y el principio de la siguiente se enlazan mediante la rima final, para la que se suelen utilizar sustantivos de dos sílabas. Jaime Gil de Biedma, una de las voces más preclaras de la poesía de posguerra, escribió una magnífica sextina titulada «Antología y petición» en la que analiza los males de España para concluir que este país no ha tenido solución a lo largo de la historia, ni la tendrá.
La infinidad de reacciones que ha suscitado el claro «que se jodan» con la que la diputada popular Andrea Fabra -hija del ínclito Carlos Fabra- aplaudía el anuncio de los recortes a los parados por parte del gobierno de Rajoy, no hubiera sorprendido para nada a nuestro gran poeta, quien fue «señorito de nacimiento», hijo de familia más que acomodada, de orígenes aristócratas, ultraconservadora y religiosa -véase como muestra a la sobrina, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma-, quien sin embargo se rebeló contra la clase en la que nació, convirtiéndose en -junto a otros miembros de su generación- «por mala conciencia escritores / de poesía social» . Dudo que Andrea Fabra pueda llegar a tener mala conciencia, pero no le vendría mal leerse a Gil de Biedma porque algunos de nosostros -esa gran masa amorfa que para la señora constituimos los de abajo- sí lo leemos y suscribimos la petición con la que el poeta barcelonés acababa su sextina.
Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
(«Apología y petición», en Las personas del verbo, Jaime Gil de Biedma)