Marcial y patria

Querido amigo, te escribo para aclararte algunas cosas. Esta mañana hemos tenido un cruce de palabras en Facebook a raíz del fallecimiento de Fidel Castro, y aunque nos conozcamos desde el instituto y sepamos que nuestros pensamientos políticos son radicalmente opuestos, seguimos preocupándonos el uno del otro. Te conozco, sí, y sé que tu posicionamiento ideológico podría resumirse en dos palabras: marcial y patria. No voy a entrar aquí a definir detenidamente estos conceptos ni a expresar profundamente lo qué significan para mi. Es más, me voy a centrar solo en lo de Marcial, pero el Marcial de los epigramas, del cual he elegido uno de la  magnífica selección y traducción que hizo en 1961 el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal para transmitirte lo que hoy te quiero decir.

He estado a punto de borrar la entrada original de Facebook que lo único que dice es: «Ha muerto Fidel Castro. D.E.P.». No lo he hecho, pero sí he borrado los comentarios. La entrada va acompañada del tema de Luis Eduardo Aute La Belleza, interpretado por Rozalén. Abajo, la versión del autor junto a Silvio Rodríguez -otro indeseable para mucha gente- en la gira Mano a mano de 1993.

Para hablar de patria, me identifico más con Silvio que contigo. Y también me ha gustado cómo, en el duro obituario publicado por el NYT hoy,

se menciona lo siguiente:

Fidel Castro se mantuvo en el poder por más tiempo que cualquier otro líder nacional vivo, excepto la reina Isabel II. Se convirtió en una figura internacional imponente cuya importancia en el siglo XX superó con creces lo que cabía esperar del jefe de Estado de una nación caribeña de 11 millones de habitantes.

Hasta ahí lo de la patria. Amigo, lo que realmente me ha dolido es que el primero en reaccionar a mi entrada en Facebook hayas sido tú con el comentario «Un hijo de puta menos. Que descanse en paz». Y no se trata de que yo valore en mayor o menor grado la figura de Fidel, sino que ni me gustan ni tolero los insultos en las respuestas a mis publicaciones en redes sociales. No las tolero y, además, yo no lo hago ¿o acaso, amigo, has visto algún insulto mío en tus entradas? No. Es más; la mayoría de las veces que leo algo que has publicado y por lo que podría empezar una discusión contigo, ni siquiera te hago un comentario. Y aquí viene lo Marcial del tema:

¿Por qué no te envío, Pontiliano, mis libros?

Para que tú no me envíes, Pontiliano, los tuyos.

Así que, querido, remedando a Marcial y a Cardenal te digo:

¿Que por qué no comento, buen amigo, tus postings?

Para que tú no comentes, buen amigo, los míos.

Vale.

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