El próximo día 14 de abril, sábado, dentro del ciclo Encuentros en la Biblioteca, organizado por la Cátedra Federico García Lorca del Vicerrctorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Granada, leeré una selección de mis poemas. Hace algo más de tres años que no participo en ningún acto y que no leo poesía en público en Granada, al menos mía. Gracias al buen hacer del poeta Juan Carlos Friebe, encargado de organizar estos encuentros, voy a tener la oportunidad de recitar algunos poemas del libro en el que estoy trabajando actualmente, Casa nueva, así como una selección de mis libros anteriores.
Para el folleto de la lectura me piden algunos poemas, una fotografía, un CV de la persona que me presente (será Joseda Marcos Reina, poeta y director de la publicación digital Ezotawenotó) y, además, una semblanza bio-bibliográfica.
Como esto último es lo que menos me apetecía, aprovechando que voy de mudanza en mudanza y que en estas ocasiones normalmente aparecen cosas ya olvidadas o que uno daba por perdidas, he utilizado como base para el texto un documento que redacté con mi amado maestro Mariano Maresca, con ocasión de un proyecto sobre la Alhambra que entonces no salió, pero que años más tarde retomaría Enrique Morente con Morente sueña la Alhambra, trabajo dirigido por José Sánchez Montes.
Con permiso de Mariano, uso algunas de las imágenes de entonces para situarme en la vida hoy. Y esta es la reseña bio-bibliográfica que presento.
Currículo
Me gano la vida enseñando Español como Lengua Extranjera en el Centro de Lenguas Modernas, de la Universidad de Granada. Comencé a participar en la vida literaria y cultural de esta ciudad en 1991, organizando -junto a mi desde entonces inseparable “hermano” Alfonso Salázar– las veladas literarias “Los lunes en verso”,
en los locales de La Tertulia. Aquello culminó en 1995 con la creación de la revista de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada Letra Clara, de la que fui su primer director. Tras un paréntesis de seis años por tierras holandesas, en 2002 fundamos la Asociación Cultural del Diente de Oro, de la que fui presidente hasta 2008, poniendo en marcha, entre otras cosas, el Premio de Poesía Javier Egea y el ciclo de lecturas poéticas Vitolas del Anaís. Desde el Ateneo de Granada me encargué, en 2009, de la organización de unas jornadas en recuerdo del poeta Javier Egea, a los 10 años de su muerte, bajo el título de “Soledades eternas”.
Obra
– Un guiño, un cómplice, un deseo, Premio de Poesía Cuadernos del Laurel, Ayuntamiento de la Zubia, La Zubia, 1991 (2004, 2ª edición)
– Patio de butacas, Cuadernos del Tamarit, Ediciones de Poesía 70, Granada, 1994
– Día del espectador, Premio Barcarola de Poesía, Colección Maillot Amarillo, Diputación de Granada, Granada, 1998
– Todas las mentiras, Cuadernos del Vigía, Granada, 2006
– Casa nueva (obra en curso)
Historia
La historia solo es verdad cuando la cuenta un niño. Yo era un niño cuando vi la primera gota de agua de una tormenta, aquel misterio. Quise jugar con esa gota pero huía. Huía porque crecía y se hacía un reguero, que era una obsesión que se hacía un arroyo, que se hacía una decisión que era un río, y que se hacía un destino que era el mar, la suave mar, mi pequeña mar azul que tanto recuerdo. Así crecí, confuso en la tormenta en la que no veía. Y el otoño venía antes de que yo lo viviera. Después el mar fue rojo, como la colina, y dulce como el placer de cada cuerpo amado. El frío de la ciudad, los desconcertados primeros paseos entre calles y rostros desconocidos, la humedad verdinegra del arrayán, la soledad del palacio bajo la luna, todavía me acompañan. Más tarde vendrían ciudades con nombres extranjeros, estaciones frías y el frío de la soledad. Y más agua, esta vez en forma de canales. Y de un lago. No hay un dios que tenga para mí la profundidad de aquel lago: en la niebla me enseña su rutina y su camino, su insensata decisión de sostener la vida. Y regresé. Y en el regreso el empeño en buscar la casa nueva, el lugar dulce de la nueva mujer, del nuevo hombre, del nuevo niño. Por ello canto. Y aprendo de las decepciones y de los fracasos. Y canto. El mundo es un naranjo pequeño: coge la fruta, pero no solo hoy. Vuelve y goza. Ahora habito casas nuevas pero aún no son mi casa. Tal vez la mía espere en otro mundo, con la mar, con el sol, con un azul en el que un niño podía confiar. Mientras tanto vivo aquí, frente a la blanca verdad de la sierra, enfrente del palacio. Cada día, desde lo más alto, elijo el vértigo que me reúne con mis hermanos de hoy. Yo paseo. Ellos corren. Los comprendo. Pero también las locuras se acaban. Mañana, el milagro imperfecto de esta ciudad seguirá aquí, esperándonos, esperándome.